Unas 198.000 hectáreas de zonas arbóreas se talan en Ecuador cada año, por lo cual es uno de los países con mayor tasa de deforestación.
Los bosques ecuatorianos son únicos en el mundo. Poseen una extraordinaria biodiversidad, con miles de especies endémicas. Solo en la región amazónica hay alrededor de 8.200 tipos de vegetación y 3.800 de vertebrados; las de insectos sobrepasan el millón y las de mariposas llegan a las 4.500.
Debido a su riqueza natural de flora y fauna, Ecuador ha sido identificado como uno de los 17 países megadiversos en el mundo.
Para aunar esfuerzos en la conservación de los recursos forestales y frenar su extracción, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró que 2011 será la segunda edición del Año Internacional de los Bosques. La primera fue hace más de dos décadas, en 1985.
Aunque no existen datos precisos, la superficie de Ecuador cubierta por bosques se estima en más de 10’000.000 de hectáreas, de las cuales 4’881.448 se encuentran en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), pero casi 6’000.000 están amenazadas por la deforestación.
Según datos del Centro de Levantamientos Integrados de Recursos Naturales por Sensores Remotos (Clirsen), solo entre 1991 y 2000 alrededor de 1’782.832 hectáreas de áreas arbóreas fueron arrasadas.
En estos diez años, en el país, fueron taladas 1’624.543 hectáreas de bosques tropicales húmedos y nublados, 139.111 de bosques secos y 12.195 de manglares.
La zona Interandina y la Costa son las regiones más afectadas por la deforestación, donde se ha perdido cerca del 40% y 60% de la cobertura vegetal, respectivamente, explica Luis Suárez, director de Conservación Internacional capítulo Ecuador (CI), que brinda asistencia técnica y financiera al Ministerio del Ambiente para la creación y manejo de varias áreas protegidas.
Sin embargo, Suárez alerta que este proceso está aumentando en la Amazonia, en las provincias de Sucumbíos y Morona Santiago, con la apertura de nuevas carreteras que promueven la colonización, la invasión de territorios indígenas y la extracción ilegal de madera.
El científico precisa que la deforestación ha generado erosión de los ecosistemas, pérdida de especies y reducción de bienes y servicios ambientales generados por los bosques. Como ejemplo, cita que la pérdida de manglares ha disminuido la protección natural de la Costa y la disponibilidad de recursos pesqueros para las comunidades locales.
En Esmeraldas -explica Suárez- las comunidades indígenas y afroecuatorianas también están perdiendo el bosque seco tropical y sus territorios, por la expansión indiscriminada de los monocultivos de palma africana. También están afectadas las provincias de Manabí, Guayas y Santa Elena.
Entre 1991 y 2000, en el país, fueron taladas 1’624.543 hectáreas de bosques tropicales húmedos
Según datos publicados por el Clirsen en 2003, el Ecuador pierde cada año 198.092 hectáreas de bosques, lo que significa la desaparición de abundante biodiversidad y una cifra que da al país una de las tasas más altas en deforestación en América Latina: 1,3% por hectárea.
Para Carlos Espinosa, director del Instituto de Ecología de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), el avance de la deforestación en el país es alarmante. Explica que estos procesos siempre han existido, pero recuerda que tuvieron un aumento importante en la década del 60 con la reforma agraria.
Espinosa comenta que en aquella época “las nuevas leyes fomentaban la deforestación y el abuso de monocultivos”, ya que cualquier propiedad que tuviera un 80 por ciento de bosques podía ser considerada improductiva y, por lo tanto, ser ocupada y expropiada: “Los campesinos debían demostrar la posesión efectiva de sus tierras para obtener los certificados de propiedad y para eso tenía que talar los bosques y colocar cualquier tipo de cultivo, aunque fueran pastos”.
Posteriormente, en la década del 80, el boom de la tala de madera para ser exportada y usada como parquet, tablones para pisos, también dio un impulso grande a la deforestación, sobre todo en la región amazónica.
El director del Programa Socio Bosque, adscrito al Ministerio del Ambiente, Max Lascano, afirma que el país ha sufrido una pérdida de la cobertura vegetal bastante alta, que quizá supera la tala de 198.000 hectáreas al año.
Sin embargo, señala que estos datos resultan imprecisos porque las instituciones gubernamentales no cuentan con información actualizada sobre los procesos de deforestación.
Al momento, el Ministerio del Ambiente realiza un nuevo estudio sobre la pérdida de las masas forestales, que presentará en los próximos meses. Lascano estima que los valores serán similares o quizá superiores.
Políticas de conservaciónEn un afán por revertir la tendencia de la deforestación, el actual Gobierno Nacional ha intervenido con la implementación de políticas de conservación como el Programa Socio Bosque, a través del cual se ha logrado poner 637.000 hectáreas bajo el Sistema Nacional de Áreas Protegidas.
Esto gracias a la firma de 988 convenios a 20 años plazo, con 17.000 familias de 66 comunidades indígenas y personas individuales, a quienes se les da un incentivo económico de máximo 30 dólares por 50 hectáreas, para que cuiden sus propiedades situadas en los bosques y eviten que estas zonas sean utilizadas en otras actividades ajenas al ecoturismo.
El programa busca la conservación de bosques nativos y páramos y la meta es ingresar al SNAP unos 4 millones de hectáreas hasta 2016.
En términos económicos, según Lascano, estudios de valoración señalan que las zonas boscosas generan al país cerca de 45 millones de dólares por año. Un cálculo que se establece, en gran parte, con base en los recursos hídricos que aportan y porque son el hábitat de pueblos nativos, miles de especies animales, vegetales y microorganismos.
Para Carlos Espinosa, director del Instituto de Ecología de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), el avance de la deforestación en el país es alarmante. Explica que estos procesos siempre han existido, pero recuerda que tuvieron un aumento importante en la década del 60 con la reforma agraria.
Espinosa comenta que en aquella época “las nuevas leyes fomentaban la deforestación y el abuso de monocultivos”, ya que cualquier propiedad que tuviera un 80 por ciento de bosques podía ser considerada improductiva y, por lo tanto, ser ocupada y expropiada: “Los campesinos debían demostrar la posesión efectiva de sus tierras para obtener los certificados de propiedad y para eso tenía que talar los bosques y colocar cualquier tipo de cultivo, aunque fueran pastos”.
Posteriormente, en la década del 80, el boom de la tala de madera para ser exportada y usada como parquet, tablones para pisos, también dio un impulso grande a la deforestación, sobre todo en la región amazónica.
El director del Programa Socio Bosque, adscrito al Ministerio del Ambiente, Max Lascano, afirma que el país ha sufrido una pérdida de la cobertura vegetal bastante alta, que quizá supera la tala de 198.000 hectáreas al año.
Sin embargo, señala que estos datos resultan imprecisos porque las instituciones gubernamentales no cuentan con información actualizada sobre los procesos de deforestación.
Al momento, el Ministerio del Ambiente realiza un nuevo estudio sobre la pérdida de las masas forestales, que presentará en los próximos meses. Lascano estima que los valores serán similares o quizá superiores.
Políticas de conservaciónEn un afán por revertir la tendencia de la deforestación, el actual Gobierno Nacional ha intervenido con la implementación de políticas de conservación como el Programa Socio Bosque, a través del cual se ha logrado poner 637.000 hectáreas bajo el Sistema Nacional de Áreas Protegidas.
Esto gracias a la firma de 988 convenios a 20 años plazo, con 17.000 familias de 66 comunidades indígenas y personas individuales, a quienes se les da un incentivo económico de máximo 30 dólares por 50 hectáreas, para que cuiden sus propiedades situadas en los bosques y eviten que estas zonas sean utilizadas en otras actividades ajenas al ecoturismo.
El programa busca la conservación de bosques nativos y páramos y la meta es ingresar al SNAP unos 4 millones de hectáreas hasta 2016.
En términos económicos, según Lascano, estudios de valoración señalan que las zonas boscosas generan al país cerca de 45 millones de dólares por año. Un cálculo que se establece, en gran parte, con base en los recursos hídricos que aportan y porque son el hábitat de pueblos nativos, miles de especies animales, vegetales y microorganismos.
La ONU declaró que 2011 será la segunda edición del Año Internacional de los Bosques. La primera fue en 1985
Las áreas arbóreas brindan servicios de protección y regulación del clima, de los suelos, ayudan en la prevención de desastres naturales. Además, ofrecen una belleza paisajística y proveen de espacios para expresiones culturales y espirituales.
En términos generales, los expertos consultados por este diario resaltan la labor del Programa Socio Bosque en pro de la conservación forestal, en vista de la pasividad de gobiernos anteriores frente a este tema, pero coinciden en que las políticas para proteger las áreas verdes aún son insuficientes.
Nathalia Bonilla, coordinadora del Programa de Bosques de la ONG Acción Ecológica, hace énfasis en que la “buena intención” de los programas debe estar dirigida a una recuperación integral de bosques con especies pioneras, lo que debe excluir los monocultivos de rápido crecimiento, sean estos de pino, eucalipto o teca.
En este sentido, Bonilla critica los programas Plan Agrario Forestal y Proforestal, elaborados por el Ministerio de Agricultura, que contemplan el uso de monocultivos de especies exóticas para replantar los bosques.
“Está comprobado que los monocultivos de especies exóticas erosionan los suelos, secan las fuentes de agua, causan pérdida de biodiversidad, atentan a la soberanía alimentaria, contaminan agua y tierra porque se utilizan grandes cantidades de agrotóxicos”, explica Bonilla.
La ecologista destaca que recuperar los ecosistemas boscosos de manera integral significa “crear bienestar en los pueblos que tradicionalmente los han habitado y cuidado, mientras que ocupar las tierras ya devastadas con plantaciones forestales o de palma africana es atentar contra su soberanía alimentaria”.
Para Fausto López, docente investigador del Instituto de Ecología de la UTPL, las políticas de conservación son un tema complejo porque hay comunidades que dependen de la extracción de la madera de los bosques para subsistir. A su criterio, es difícil mantener un control total para evitar que los bosques sean devastados, ya que el tema tiene más importancia económica que legal; lo que está reflejado en las leves sanciones de la Ley Forestal.
Así, los artículos 78 y 79 de la Ley Forestal expedida en 1981 y codificada en 2004, establecen una multa de uno a diez salarios mínimos vitales a quien tale, destruya los bosques, comercialice los productos forestales o vida silvestre, sin autorización.
En todo caso, los expertos concluyen que es urgente promover nuevas estrategias de conservación para rescatar los bosques nativos.
En términos generales, los expertos consultados por este diario resaltan la labor del Programa Socio Bosque en pro de la conservación forestal, en vista de la pasividad de gobiernos anteriores frente a este tema, pero coinciden en que las políticas para proteger las áreas verdes aún son insuficientes.
Nathalia Bonilla, coordinadora del Programa de Bosques de la ONG Acción Ecológica, hace énfasis en que la “buena intención” de los programas debe estar dirigida a una recuperación integral de bosques con especies pioneras, lo que debe excluir los monocultivos de rápido crecimiento, sean estos de pino, eucalipto o teca.
En este sentido, Bonilla critica los programas Plan Agrario Forestal y Proforestal, elaborados por el Ministerio de Agricultura, que contemplan el uso de monocultivos de especies exóticas para replantar los bosques.
“Está comprobado que los monocultivos de especies exóticas erosionan los suelos, secan las fuentes de agua, causan pérdida de biodiversidad, atentan a la soberanía alimentaria, contaminan agua y tierra porque se utilizan grandes cantidades de agrotóxicos”, explica Bonilla.
La ecologista destaca que recuperar los ecosistemas boscosos de manera integral significa “crear bienestar en los pueblos que tradicionalmente los han habitado y cuidado, mientras que ocupar las tierras ya devastadas con plantaciones forestales o de palma africana es atentar contra su soberanía alimentaria”.
Para Fausto López, docente investigador del Instituto de Ecología de la UTPL, las políticas de conservación son un tema complejo porque hay comunidades que dependen de la extracción de la madera de los bosques para subsistir. A su criterio, es difícil mantener un control total para evitar que los bosques sean devastados, ya que el tema tiene más importancia económica que legal; lo que está reflejado en las leves sanciones de la Ley Forestal.
Así, los artículos 78 y 79 de la Ley Forestal expedida en 1981 y codificada en 2004, establecen una multa de uno a diez salarios mínimos vitales a quien tale, destruya los bosques, comercialice los productos forestales o vida silvestre, sin autorización.
En todo caso, los expertos concluyen que es urgente promover nuevas estrategias de conservación para rescatar los bosques nativos.
malvarez@telegrafo.com.ec
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