Verde... ¿Te Quiero Ver?
Eduardo Arias hace su defensa de los ecologistas y el Demonio Azul presenta sus quejas.
Por pura conciencia Se calcula que la Tierra tiene 4.500 millones de años y existirá unos 5.000 millones de años más. Eso significa que, si la Tierra viviera lo que vive una persona longeva, es decir, unos 80 años, hoy tendría 36 años y la Humanidad (desde los primeros homínidos) sería una enfermedad que comenzó a incubar hace un par de semanas y estaría sintiendo los efectos preocupantes y dañinos del retrovirus Homo sapiens desde hace unos 40 minutos (aparición de la agricultura) y fuertes dolores en la piel y fiebre desde hace unos 10 segundos, es decir, las últimas cuatro décadas de desenfrenado consumo de energía y pérdida de la biodiversidad. Considero que una especie que ha ocupado un espacio tan corto en la historia de la Tierra no puede arrogarse el derecho a aniquilar el trabajo de 4.000 millones de años de evolución. Defender lo verde no es solo defender el derecho a la vida de plantas y animales. Es defender la civilización y la cultura. Se ha establecido que existe una relación íntima entre diversidad natural y cultural. Los países con mayor diversidad biológica (Colombia es uno de ellos) cuentan con mayor diversidad cultural. Entonces, defender la biodiversidad significa defender a la Humanidad misma. Defender la causa ambiental es defender el derecho que tienen los hijos y nietos de nuestros hijos a vivir en un planeta con espacios silvestres. Selvas, lagos, playas... Nosotros, a pesar de la gran cantidad de desastres ecológicos que nos ha tocado presenciar, aún tenemos la posibilidad de encontrar grandes extensiones donde la vida silvestre se desarrolla en relativa calma. Defender lo verde significa defender la igualdad y la justicia. Desde todo punto de vista resulta inmoral que Estados Unidos, que cuenta con el 4 por ciento de la población mundial, consuma el 25 por ciento de toda la energía que produce el planeta y que ese desenfrenado derroche sea el responsable directo e indirecto de buena parte del calentamiento global y de la devastación de extensos territorios en África, América Latina y Asia. La otra razón que me anima a defender esta causa tiene que ver con el optimismo. El ser humano aprende de los errores. Hoy en día es posible reciclar casi todos los tipos de plástico, algo inimaginable en los años 70. Defender la causa ambiental es ponerse del lado de la innovación, de la búsqueda de soluciones para que se invierta menos en armas y guerras y más en tecnologías limpias, para que 6.500 millones de seres humanos puedan vivir de manera amigable con el planeta. Por Eduardo Arias Se calentó el parche "Las ideas verdes incoloras duermen furiosamente". La frase no la dije en un ataque de locura, la dijo el lingüista Noam Chomsky, en 1957, para demostrar que una buena estructura sintáctica no es suficiente para expresar ideas. Entonces era una frase sin sentido pero, ahora, creo que es premonitoria, solo que estas ideas no duermen, sino que despertaron "furiosamente". Porque, hoy, el que no declare su amor incondicional a la Pacha Mama, se expone al escarnio. Con este despertar ecologista que pregona el fin del mundo, en el que acabaremos ahogados en desechos de uranio, baterías de celulares y el bienodiado plástico en todas sus presentaciones, hasta yo caí en el llamado y acogí la teoría de que uno puede hacer el cambio. Así que fui a comprar alimentos orgánicos (¿hay inorgánicos?) de esos sembrados sin usar fungicidas y donde todo es natural y fresco como una lechuga. Armado con un costal de fique para traer el mercado y aun a riesgo de parecer reciclador (es raro que con un supuesto espíritu ecologista en boga, aquellos que recogen la basura en costales no sean amados sino casi repudiados) empecé por pedir la verde lechuga. La dependiente, muy formal, me la alcanzó y me dijo: "Son 9.800 pesos". Inmediatamente le dejé el costal y me fui al supermercado por mi lechuguita de 2.300 pesos de siempre. Así que a mí, tan azul que soy, lo verde me duró hasta que la billetera se quejó. Porque, tal vez, todos los verdes tengan razón en el diagnóstico que dice, como en un tango posmoderno, que el mundo ahora sí será una porquería, pero lo que no veo es cómo ayudan en las soluciones. Porque mientras cuatro de las cinco empresas más grandes del mundo son petroleras, incluida la que se le abrió un boquete a una tubería que dejó crudo al golfo de México, y en el océano Pacífico hay un parche de basura del tamaño de España, resulta que los de a pie somos a los que nos toca salvar el mundo, so pena de que nos ganemos un tomatazo de los verdes (que pegan más duro). Si creen que exagero, vean las ideas que hay en la red. En www.ecolo-trucos.es aconsejan: "reduzca la calefacción". ¡Ya tuvieran los bogotanos casas con calefacción! "Use madera y paja para la construcción". ¡Plop! ¿Por qué no agregar que vayamos con taparrabo y alpargatas a la oficina? Y para que vean que esto no es tan sencillo, www.jovenesverdes.org propone a las mujeres que en vez de usar toallas desechables o tampones usen compresas de tela, que son lavables y reutilizables y con una vida útil de 4 años. Sí, hay que aceptar que con tanto CO2 y otras variables, como diría Juanes, se calentó el parche, pero algunas ideas que proponen para enfriarlo me hacen pensar que, en este caso, la frase de Chomsky no suena tan loca. Por Demonio Azul
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