La felicidad de Poseidón
Una historia que muestra el oportuno regalo que llegó para la Navidad.
La mañana del primero de diciembre, un grupo de personas con discapacidades físicas y cerebrales se encontró con menuda sorpresa: Poseidón, un caballo pura sangre inglés para practicar equitación, que los esperaba ensillado y listo para montar, en la sede campestre de la fundación Corpoalegría. Dalila, Sandra, Luis y Diana, cuatro de los pacientes lo habían esperado por años, se imaginaron mil veces sobre el lomo del animal, moviéndose con la libertad que sus cuerpos les negaban, pero la esperanza de hacerlo se había convertido en apenas un sueño lejano. Las cosas cambiaron esa mañana y el sueño esperaba afuera, sobre la grama.
La fundación Corpoalegría, que trabaja por la rehabilitación integral de personas discapacitadas, ya sea por accidentes o enfermedades que afectan la motricidad y el aprendizaje, se había propuesto desde hace cuatro años iniciar un programa que involucrara a sus pacientes con animales, debido a que las investigaciones aseguraban una mejoría evidente. La técnica que implementaron fue la equinoterapia, y después de que algunos miembros de la fundación la practicaran durante un tiempo, resultó que, además de lograr la restitución de habilidades motoras, sus frágiles cuerpos empezaron a adoptar las capacidades de jinetes de equitación. Aunque para entonces no tenían caballo propio que les permitiera hacerlo con constancia.
Fue a partir de esta ilusión que Jeannette Rosas, presidenta de la fundación, continuó con investigaciones y encontró el paraecuestre, una disciplina para deportistas con discapacidad, que tiene un lugar en los Paraolímpicos. Se abría así una pequeña posibilidad de que los jinetes cabalgaran más lejos de lo que habían soñado.
Pero los caballos para equitación son costosos y en la fundación no disponían de recursos para comprar uno.
Aún así y sin dejarse vencer por este obstáculo, durante más de dos años los funcionarios de Corpoalegría realizaron una campaña que buscaba donaciones, para que los sueños fueran una realidad. Y su trabajo dio frutos porque, como la mejor sorpresa navideña, llegó la generosidad de una familia, que decidió aportar un grano de arena en el futuro deportivo de estas personas y donó a Poseidón.
Las reacciones no se hicieron esperar. Sandra, de 17 años, dice que mediante la equinoterapia ha visto cómo su escoliosis -que no le permite mover las piernas- ha ido reduciendo la incidencia en su cuerpo y ahora, con el nuevo regalo, tiene puesta su ilusión no solo en seguir mejorando, sino en la posibilidad de participar en los Paraolímpicos.
Este año, la Federación ecuestre colombiana abrió la disciplina paraecuestre. Y por eso, los integrantes de la fundación desde ya sueñan con ser equitadores profesionales.
Luis Lozano, de 28 años, era soldado y sufrió la amputación de su pierna derecha por pisar una mina. Lleva solo dos meses practicando el paraecuestre, pero es uno de los jinetes más diestros en el deporte. "La sorpresa de Poseidón fue muy buena, porque nos ayudan a hacer deporte y demuestra que quienes tienen una discapacidad también pueden ser buenos en la equitación", dice Luis con una amplia sonrisa.
"Todavía falta mucho trabajo para conseguir patrocinadores que nos acompañen en las olimpiadas, pero el caballo es un regalo muy importante para nosotros", dice Jeannette, mientras sigue con la mirada a sus pupilos montados sobre Poseidón y les indica, con voz pausada, que levanten la vista y cabalguen con serenidad.
Por Natalia Noguera
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