Chingaza, refugio natural a una hora de Bogotá
Por: KAREN GONZÁLEZ ABRIL
En Monte Redondo puede observar valles de frailejones, quebradas y bosques
Para ir a este paraíso y acampar en Monte Redondo, solo debe pedir un permiso a Parques Nacionales.
Cuando anochece en el Parque Nacional Natural Chingaza, los venados de cola blanca se acercan hasta el campamento de Monte Redondo. Aparecen solos, sin hacer ruido y, durante varios minutos, se dejan observar. Son muy curiosos, pero se marchan pronto.
El viento que sopla cada vez más fuerte y la temperatura, que pronto alcanza los 4 grados centígrados, los obliga a buscar refugio.
La mayoría de los visitantes del parque también se resguardan, algunos en el Centro Administrativo, que tiene una capacidad de alojamiento para 30 personas, otros en la zona de camping, presidida por siete casetas techadas y una batería de baños y duchas con agua caliente.
Solo unas pocas personas aprovechan la claridad de la noche para observar los extensos valles de frailejones y los bosques que sirven de hogar a variedad de anfibios y reptiles. Y es que casi siempre en el sector de Monte Redondo, las noches son despejadas, lo que permite apreciar el cielo estrellado.
Basta con tener ropa y equipo de alta montaña y llevar leña para preparar una bebida caliente y soportar las inclemencias del clima, propias de este territorio ubicado a 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar.
Usualmente amanece lloviendo, pero esto no impide adentrarse en senderos como Suasie, 2.4 kilómetros en los que durante cuatro horas se atraviesan reductos de bosque andino de alta montaña y zonas de páramo bajo.
En la primera parte del camino es posible encontrarse con varios venados. Luego es necesario atravesar una de las incontables quebradas que nacen en la zona.
A partir de allí, el bosque se vuelve más denso y se llega a un territorio gobernado por bromelias, orquídeas y decenas de especies dedicadas a cosechar las diminutas gotas de agua que forma la neblina.
A medida que se asciende por la montaña, aparecen árboles de encenillo, canelo, romero, aliso y varios familiares del sietecueros que alcanzan 15 metros de altura e impregnan el bosque de variedad de aromas. Pronto se ve uno de los paisajes más impresionantes: el musgo forma espesos colchones en el piso del bosque y también trepa totalmente los troncos y ramas de los árboles junto con las bromelias y las orquídeas.
Un lugar de agua y silencio Finalmente se llega a la cima de la Cordillera Oriental de los Andes, que resguarda el embalse de Chuza, represa construida en 1982 y con una capacidad para albergar 220 millones de metros cúbicos de agua potable.
Estando allí se comprende por qué el Parque Natural Chingaza, con sus 76.600 hectáreas, se considera una fábrica de agua. Para llegar hasta la orilla de esta reserva, y practicar pesca deportiva, hay que descender por laderas pantanosas, salpicadas de frailejones.
Allí hay silencio, agua que se mueve al ritmo de la brisa y algunas aves. Son precisamente estos recuerdos los que más sorprenden cuando se emprende el camino de regreso a Bogotá.
Tan solo 40 minutos después de atravesar los extensos valles cubiertos de frailejones, aparece una gran panorámica de la ciudad con miles de edificios y millones de vehículos.
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