jueves, 28 de junio de 2012

EL ÁRBOL GENEROSO
Escrito por Donamaris

Por considerarlo propicio para la reflexión en esta época en donde tratamos de hacernos preguntas como habitantes de esta aldea, a continuación resumo un hermoso cuento:
“Había una vez un árbol que amaba a un pequeño niño y todos los días el niño venía y recogía sus hojas para hacerse con ellas una corona y jugar al rey del bosque. Subía por el tronco, se mecía en sus ramas y comía de sus manzanas; ambos jugaban al escondite y, cuando estaba cansado, el niño dormía bajo su sombra. El niño amaba mucho al árbol y el árbol era feliz.
Pasó el tiempo y el niño creció. Razón que llevó a que el árbol pasará muchos momentos en soledad, sin la compañía de su amiguito.
Un día, el árbol vio venir a su niño y le dijo: ven niño, súbete a mi tronco y mécete en mis ramas y come mis manzanas y juega bajo mi sombra y se feliz.
Ya soy muy grande para trepar y jugar, dijo él. Yo quiero comprar cosas y divertirme. Necesito dinero, ¿podrías dármelo?
Lo siento, dijo el árbol, yo no tengo dinero, solo tengo hojas y manzanas, coge mis manzanas y véndelas en la ciudad, así tendrás dinero y serás feliz.
Y sin ningún reparo así lo hizo el antiguo niño ahora convertido en adulto. Subió al árbol, muchísimas veces, como en el pasado, recogió las manzanas y se las llevó, las vendió, compró todo lo que deseó y el árbol se sintió feliz.
Luego pasó mucho tiempo y su niño no volvía… y el árbol estaba triste. Y entonces, un día regresó y el árbol se agito alegremente y le dijo: ven niño, súbete a mi tronco mécete en mis ramas y se feliz.
Estoy muy ocupado para trepar árboles, dijo él. Necesito una casa que me sirva de abrigo; ¿puedes tu dármela?
Yo no tengo casa, dijo el árbol, pero puedes cortar mis ramas y hacerte una casa. Entonces serás feliz.
Y así, sin ningún cargo de conciencia, él cortó las ramas y se las llevo para construir su casa. Y el árbol se sintió feliz. Posterior es esto pasó mucho tiempo y su niño no volvía. Y, cuando regresó, el árbol estaba tan feliz que apenas pudo hablar. Ven niño, susurró, ven y juega.
Estoy muy adulto y triste para jugar, ahora quiero un bote que me lleve lejos de aquí ¿puedes tu dármelo?
Corta mi tronco y hazte un bote, dijo el árbol, entonces podrás navegar lejos y serás feliz.
Y una vez más sin vergüenza, sin dolor, el hombre cortó el tronco, y se hizo un bote y navegó lejos.
El árbol, como en todas las anteriores oportunidades que todo lo entregó se sintió feliz… pero no realmente.
Y después de mucho tiempo su niño (quien en la realidad ya estaba en la tercera edad) volvió nuevamente. El árbol con una expresión de tristeza, ya no movió sus ramas como en todas las anteriores oportunidades, y solo atinó a exclamar: Lo siento, niño, pero ya no tengo nada para darte; ya no me quedan ramas, ni hojas, ni frutos.
Estoy muy viejo y enfermo para mecerme en ellas, respondió.
Ya no tengo tronco, dijo el árbol.
Estoy muy cansado para trepar afirmó el abusivo amigo.
Lo siento mucho exclamó el árbol ante el infortunio de quien nunca había dejado ver como un niño. Quisiera poder darte algo… pero ya no me queda nada. Todo te lo llevaste. Solo soy un viejo pedazo de tronco.
Lo siento por todo el maltrato que te di, respondió el anciano. Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar tranquilo para reposar y pasar mis últimos días. Estoy muy cansado.
Bien dijo el árbol reanimándose, un viejo pedazo de tronco como yo todavía es bueno para sentarse y descansar. Ven niño, siéntate y descansa. Y él se sentó. Y el árbol fue muy feliz”.
Me pregunto, será que eso es lo que muchos hacen con Cúcuta? En la vida se cumple ese viejo adagio que dice “donde mucho se saca y poco se echa se acaba la cosecha”. Es por eso que hay que compartir comprensión, amistad, colaboración y respeto con los congéneres y con la madre naturaleza.


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