La contemporaneidad nos invita a reflexionar acerca del papel de la dignidad humana en cada acción individual o colectiva, independientemente de que se trate de comportamientos o prácticas sociales muy antiguas revestidas con el plumaje de la identidad cultural.
Porque los hábitos pre-modernos que alimentan la cultura de la barbarie (que no respeta la vida y promueve la diversión centrada en el sufrimiento ajeno animal o humano) están todavía por ahí disfrazados de tradición y de historia.
Mantener esas prácticas sociales lesivas equivale a seguir alimentando la violencia y la posibilidad de la muerte. Y también equivale a estimular los deseos y las pasiones menos creativas de la especie. La cuestión es así (desafortunadamente) aunque en la corraleja suene el porro.
Mantener esas prácticas sociales lesivas equivale a seguir alimentando la violencia y la posibilidad de la muerte. Y también equivale a estimular los deseos y las pasiones menos creativas de la especie. La cuestión es así (desafortunadamente) aunque en la corraleja suene el porro.
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