martes, 4 de octubre de 2011

Corralejas en Sincelejo


La cultura de la barbarie de la corraleja logra su clímax cuando el asustado animal coge al espontáneo borracho por la parte trasera del cuerpo. Con mucha saña el toro mueve los cuernos elevando por los aires al muñeco de trapo empitonado que recibe herida tras herida. En el cuello. En el pecho. En el abdomen. Hasta quedar inmóvil, bebiéndose su propia sangre en la alfombra de arena. Después lo sacan del sitio como un habitante más de la otra vida.

¿A qué va la masa a una corraleja? A gozar con las emociones duras, que aumentan los torrentes de adrenalina en su organismo. A divertirse con el sufrimiento de los animales, con el arrojo de los borrachos y con las habilidades de quienes tradicionalmente arriesgan su existencia por ganar reconocimiento y algo de dinero.

Es decir, los motivos de fondo son el culto al dolor, a la sangre y hasta a la muerte. Allí se amamantan los instintos que se extasían en el peligro, la violencia y la posibilidad de que alguien salga herido o muerto. Eso es lo llamativo, lo que hace a una corraleja emocionante. Ese es el abanico de pasiones ocultas que moviliza a la gente y la lleva a ubicarse en una tribuna mal hecha con un gran potencial de desastre.

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