Bosque andino, responsabilidad compartida
Por: Juan Pablo Ruiz SotoLa semana pasada, en el marco del programa BIBO —que adelantan El Espectador y Andesco, con el apoyo técnico de la WWF—, se realizó el foro "Conservación de los bosques, una responsabilidad compartida.
El tema tiene una gran vigencia por su relación con la ola invernal y con las consecuencias de la destrucción de los bosques andinos en todo del país.
La regulación hídrica de las grandes cuencas colombianas (Magdalena, Cauca, Amazonia, Orinoquia y Pacífico) depende directamente de cuanto hagamos o dejemos de hacer con los bosques y suelos andinos. La situación actual del país exige políticas que permitan recuperar la cobertura boscosa de las cordilleras. Según BIBO, sólo el 4% de los bosques naturales andinos están conservados, el resto están degradados o ya desaparecieron. Junto con el bosque seco, son los bosques más amenazados. Requerimos determinación política, inversión y capacidad de gestión pública y privada para su conservación y recuperación. Teniendo en cuenta que la mayor parte del territorio andino está en manos privadas, es necesario incentivar a los propietarios para que cambien su cultura agraria, conserven sus bosques y administren de forma responsable el suelo y la vegetación. También son urgentes procesos de supervisión y exigencia a las entidades públicas para que se haga realidad la legislación sobre el manejo de los bosques y la recuperación de las cuencas.
La legislación no se conoce ni se cumple. Por ejemplo, en la cuenca del río Bogotá, las riberas del río y las quebradas que lo nutren no tienen protección alguna. A su alrededor vemos pastizales, vacas, casas y cultivos de papa. Hoy son evidentes los costos generados por su frecuente desbordamiento. Económicamente es más rentable proteger y ordenar la cuenca que tratarla como la hemos tratado hasta el momento. En la mayor parte de las cuencas andinas se vive una situación similar, pues los propietarios mantienen ganado y cultivos sin árboles hasta el borde de las corrientes de agua.
Hace una semana, durante un recorrido en una zona de minifundio cerca de Machetá (Cundinamarca), les preguntaba a los campesinos que tenían cultivos y pastos hasta la orilla del río sobre la norma que ordena proteger y no talar el bosque en las riberas. Ellos, de forma muy honesta, me preguntaron que a qué norma me refería. Dijeron que habían oído de la ley de conservar los nacimientos de agua, pero que eso de los bosques ribereños no lo conocían. Las normas no se conocen, y por eso no se cumplen. Es necesario trabajar por su divulgación. En este momento, con la crisis de la ola invernal, se encontrarán muchos oídos atentos. Es urgente la educación ambiental desde las CAR, propiciar programas de reforestación para las comunidades, volver a poner viveros de especies nativas apoyados por las CAR y hacer transferencia técnica para el uso de sistemas productivos. También es necesario incentivar a los propietarios con exención de impuesto predial para que siembren árboles y protejan riberas.
En la conferencia de Naciones Unidas que se adelanta en Durban (Sudáfrica), se discute sobre cambio climático. Generar acuerdos que reviertan la tendencia global llevará tiempo. Mientras eso ocurre, es necesario que asumamos la conservación de bosques en nuestras cuencas andinas. El Gobierno tiene la obligación de impulsar el proceso, y la sociedad civil debe cambiar de actitud. No todo viene de afuera: es nuestra responsabilidad generar cambios.
El espectador.com|
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